(Artículo publicado en la revista Up con leves modificaciones)

Os escribo en plena crisis del Coronavirus. Hoy no es mi intención daros una clase magistral sobre infectologia o medicina preventiva. Creo que los medios de comunicación y redes sociales ya se han encargado de mostrar la importancia de las medidas de contención para aplanar la curva de infectados y no desbordar el sistema sanitario con el fin de evitar el mayor número de fallecimientos posibles. La medida más clara es quedarse en casa. Aunque solo sea por solidaridad y respeto con medidas tomadas por el bien común, nos debemos confinar, quizá hasta que pase el gran pico de contagios, quizá más, luego ya se verá. Dejemos actuar a los profesionales de la sanidad. Paciencia. Muchos compararán y pondrán en tela de juicio al que pasea al perro, o al que va siete veces al día al supermercado…pero creo que en esta sociedad del “y tú más”, cada uno debe tomar conciencia de sus propias acciones.
Pero no. No es mi intención, como ya os dije, daros una conferencia viral. Hoy, en estos momentos tan difíciles, me gustaría hablaros de prioridades.
En esta sociedad que vivimos, comparándonos con otros lugares, nos podemos sentir unos privilegiados. Tenemos acceso a servicios básicos, educación, salud…y ocio. Podemos hacer nuestro deporte favorito y gastarnos dinero en material deportivo realmente caro. Podríamos estar mejor, pero nuestro deporte como muchas otras actividades, es de esas cosas que uno practica cuando sabe que va a comer todos los días y tiene un techo bajo el que cobijarse. Tiene su explicación.
En los últimos 100 años el estado de salud general de la población medido en datos de esperanza de vida o mortalidad infantil ha dado una mejora espectacular y no ha sido casualidad, tecnología y ciencia tienen mucho que ver. Entre otras, la ciencia aplicada a la actividad física. El estado del bienestar ha llegado después de innumerables sacrificios, políticos, sociales…pero es ineludible la importancia de las mejoras debidas a la educación, la investigación y la ciencia. Hace poco más de un siglo no se conocían ni la ínfima parte de lo que hoy sabemos, caer enfermo, fracturarse o tener una apendicitis podía costarte la vida. Hoy los diabéticos tienen tratamiento, infecciones terribles en otras épocas tienen antibióticos y vacunas, e incluso algunos canceres se superan. Pero cuidado, la sociedad en la que vivimos tiene efectivamente sus grandes problemas sin resolver. Hiperconsumismo, contaminación, desigualdad…y cierta banalidad por los problemas realmente importantes. Nos parece tan normal que tras un accidente de tráfico te destroces, te operemos y vuelvas a andar; que tras una neumonía unas pastillas te curen, o que seamos capaces con unas “simples” pruebas de verte por dentro… que acabamos por quitarle importancia. E incluso nos sentimos tan poderosos que pensamos eso de…a mi no me va a tocar o si me pasase, siempre me quitaran el dolor. Y no es así, queda mucho por hacer.
Decía Bill Gates hace pocos años en una pequeña conferencia al otro lado del Atlántico, que hoy en día, la amenaza mundial más importante es una epidemia virica. Eran tiempos en los que el Ebola había hecho estragos en África. Un Virus de transmisión aérea podría ser devastador…y no estamos preparados, decía. No hemos invertido en investigación y Salud lo suficiente, otras cosas siempre han tenido prioridad. No le hicieron caso ninguna de las múltiples instituciones locales, nacionales e internacionales. Y quien nos lo iba a decir, aquí llega una. Y no es algo nuevo. La mal llamada gripe española acabó con gran parte de la población mundial no hace tanto tiempo.
Ahora que estamos confinados tendremos tiempo para reflexionar como sociedad. Cuando llega la enfermedad y la tragedia se acabó todo lo demás. Se acabó el deporte, se acabaron las discusiones políticas, se acaban muchas cosas porque hay que priorizar. Esa persona que tanto aprecias se te puede ir, de repente, cuando siempre habíamos pensado lo lejos que algo así nos quedaba. Y pensamos en tratamientos, curas, fármacos…que no existen todavía. Pero nosotros también somos responsables. Protestábamos cuando nuestro equipo de fútbol no tenía más recursos para eludir el descenso o ganar un título, pero nos importaban muy poco aquellos jóvenes científicos que han tenido que emigrar por una sociedad que no ha sabido respetarles después de dar todo lo mejor de sí mismos en las aulas.
Es muy duro ver cómo un investigador, científico, médico…con una formación de años, de alto expediente académico, se le trata como uno más con situaciones laborales extremadamente precarias. Y si, siento que a muchos les duela mi franqueza. A alguno le parecerá corporativismo. No se trata de comparar, nadie está por encima de nadie. Todos somos necesarios y realmente importantes , solo faltaría, el repartidor, personal de limpieza, comerciantes, fuerzas de seguridad…cada trabajo es importante para el bien común, pero como sociedad debemos tener el deber de tratar la investigación con la importancia que se merece. Porque cuando llegue la epidemia, cuando llegue el cancer, cuando llegue el problema…todos nos vamos a replantear las prioridades, y veremos a esos seres de bata blanca como la esperanza que no supimos cuidar.
Así que cuando defendáis vuestras ideologías, vuestras convicciones, vuestros territorios, vuestro equipo favorito, vuestras costumbres y lenguas…pensad también en el mar, que no distingue de tales cuestiones, es igual para todos, como la enfermedad. En este caso una enfermedad positiva. Rememos juntos. Y pensad como terrícolas que sois, en apoyar la investigación y la ciencia, porque quizá nos ayude a mejorar problemas como la contaminación, el cambio climático o la enfermedad que hoy nos tiene enclaustrados. Este último siglo lo ha dejado claro, si utilizamos la ciencia para el bien común seguiremos disfrutando de nuestras pasiones. Esto pasará pero muchos caerán por el camino. Cuando todo pase no cerréis los ojos. Nuestro futuro y el de nuestra gente lo requiere. Apoyad la investigación y la ciencia para el bien común. Es una cuestión de prioridades.